Hace unos días compartí esta imagen en facebook, aterrada ante la idea de que aún haya gente por el mundo que piense que eso es lo que hay que hacer con los niños.
Por supuesto debo decir que más me aterra aún que, los piensan que esto es lo que hay que hacer para “enseñar” o “educar” sean los profesionales, y no los padres (que no tienen por qué tener conocimientos de desarrollo infantil más allá de su propia experiencia).
Y en esta escalera de terror, el último escalón, el que más me duele, es que la gente piense que esto es a lo que me dedico cuando digo que hago “análisis de conducta”
No señores, no me dedico a abandonar niños a su suerte en el momento en que más nos necesitan.
Me dedico a asesorar a familias para que sean capaces de hacer frente a una conducta inadecuada de sus hijos con amor y firmeza, enseñándole la manera correcta de actuar; pero siempre desde el cariño, con los apoyos necesarios, sin perder de vista las dificultades de comunicación.
Mi trabajo consiste en saber analizar los antecedentes y las consecuencias de una conducta, y en realizar los cambios necesarios para que la conducta disminuya.
Mi trabajo trata de empoderar a las familias para que sean conscientes de que ellas pueden, a pesar de que otros profesionales les hayan dicho por el camino que ellos no saben, e incluso, veladamente, que lo que sucede es culpa de la propia familia.
Mi trabajo es precioso, pero odio que me etiqueten, que alguien crea que cuando hablo de intervención en conducta piense que sólo me dedico a adiestrar niños, a premiar con comida y que enseño respuestas comodín.
Adoro mi trabajo, adoro a mis chicxs y adoro a sus familias, que se esfuerzan, que luchan y que no lo tienen nada fácil.