El tiempo de evaluaciones siempre me deja un gusto agridulce.
Las que hago yo, para valorar en conjunto los avances del curso y planear los objetivos siguientes no tanto, pero a veces también.Soy consciente de cómo trabajamos los que estamos ahí, con nuestros fallos y nuestros momentos malos, pero poniéndole empeño y ganas; se que hay fallos y para eso estamos, pero seguimos avanzando.
Muchas veces, sin embargo, me planteo cuánto más mejorarían los niños con más tiempo de intervención, con mejor coordinación de los profesionales, con equipos escolares que se implican de verdad, con padres más relajados que pudieran disfrutar de sus hijos, con… con tantas cosas que nos hacen falta!
Pienso que es necesario que todos nos hagamos conscientes de esto, de que si no remamos todos hacia el mismo lado no podremos llegar a la orilla.
De otro lado en estas fechas me encuentro con las “notas” y los informes de los equipos escolares; y no es raro que comenten que el peque no sabe realizar tareas que con nosotros tiene completamente superadas.
Tengo claro que la generalización de ambientes, materiales y profesionales es un elemento complejo para muchos niños; pero también soy consciente de que la mayoría de fallos en este sentido son únicamente por cómo se le plantea la tarea al niño: un enunciado kilométrico; ocho, diez o doce demandas por ejercicio; un ambiente alborotado, poco tiempo para responder, preguntas ambiguas… Y además esperar una respuesta tipo; quiero decir… si el objetivo es evaluar que siga una instrucción y responda correctamente, ¿por qué esta ficha está mal?
Creo que necesitamos flexibilizar, y con ello no hablo de exigirles menos a ellos, sino de exigir menos estupideces y pensar más en que optimicen lo que aprenden.
Casi todas las reflexiones me quedan como quejas, es que hay tanto por cambiar! Poco a poco, paso a paso, rodeándote de profesionales (de los de verdad) y de familias empoderadas vamos haciendo camino.
Feliz semana!