Libertad, límites, obediencia, respeto, anarquía, a veces estas palabras se mezclan en nuestros discursos. Queremos criar niños que se conviertan en adultos fuertes, con capacidad de lucha, que sean valientes y competentes. Pero queremos niños tranquilos, que no den guerra, que sean callados y nos hagan caso. Y eso señoras y señores es incompatible.
Dejar libertad a nuestros peques supone muchas cosas, pero por encima de todo supone que hemos de superar nuestros propios miedos, los temores a que se haga daño física o emocionalmente, es la vida. Estaremos a su lado para que sepan que no están solos, que nos tienen a su lado, para consolarles si se caen o si aquel niño del parque no le deja jugar con su bici.
Superar miedos por ejemplo, es dejar que suba esa montañita, con el corazón en un puño por si cae, pero con felicidad inmensa cuando lo consigue y se siente el rey del mundo.